Julia cerró los ojos, mientras el sonido de los tambores resonaba en su cabeza como un anuncio de peligro inminente. La búsqueda de su padre, el arqueólogo David Evaristo, la habÃa llevado demasiado lejos. Sus manos, atadas con fuertes lianas, sangraban un poco en las muñecas. SabÃa que en medio de la selva sus gritos solo serian escuchados por los monos y los pájaros. Si tan solo hubiera esperado, como se lo pidió su padre. Y pensar que hacÃa apenas unos dÃas se encontraba contenta y segura celebrando sus diecisiete años. Ahora no sabÃa si cumplirÃa uno más…á