La letra escarlata, como indeleble rostro de la inquisición protestante, significa en la historia de las letras norteamericanas la permanente lección de técnica literaria que su autor impartió a todos y cada uno de sus compañeros de generación. La arrogancia con que la pecadora ostenta la letra escarlata que la ha marcado como adúltera entraña una certera y dura crítica al mundo dominante, una valerosa reivindicación del autoavalúo psicológico.áLuis Alberto Sánchez