Tal vez apoyándose en la conocida afirmación de Roben Graves en cuanto a que ´la función de la poesía´, o de los poetas, consiste ´en la invocación religiosa de la Musa´ (ya sea identificada ésta con la Diosa Blanca, la Luna o con las divinidades matriarcales generadas en el desarrollo histórico de la diversidad cultural), Saúl Ibargoyen ha recogido ese legado en nueve relatos de provocativa sugestión. La búsqueda-encuentro-pérdida de la musa (rara vez recuperada) es presentada aquí como una obsesión, diríamos mejor como una adicción, más que a la escritura, a la creatividad misma. Por tanto, los sucesos que esa actitud constante provoca parecen unir en un cauce fecundo las vivencias eróticas de la infancia a la adultez, las reconstrucciones identitarias de la memoria y el uso de un lenguaje muy libre tan sutil como explícito cuya hibridez no dejará de sorprender al lector.