El dolor humano es ese laberinto en el cual los monstruos se alimentan de nuestras emociones. Andrés, el protagonista de esta historia, transita ese sendero oscuro y yermo, sus pasos lo llevan una y otra vez a esa pared fría, sus pasos lo llevan una y otra vez a esa pared fría, a ese solar vacío que una vez fue su hogar y su sentido. Cada paso lo sumerge más en la desesperación y el gélido infierno propio que conlleva la pérdida de un ser amado.áUna frase No me esperesö se convierte en un mantra que lo atrae hacia el abismo. Casa segundo de su existencia está teñido con esa mirada que anhela y de la cual es prisionero. La anorexia, la soledad, la traición, el abandono absurdo y sin explicación hacen de su canino un desierto, caso tan árido como su propia piel, una piel que extraña las caricias ya lejanas y perdidas en el tiempo, una piel que añora el aliento capaz de humedecer esa tierra secas llamada existencia.á¿Cuánto pueden coexistir los recuerdos con la vida real?, ¿cuánto pesa el dolor en el corazón humano? Este joven autor nos lleva de la mano y con los ojos vendados por ese camino interior que muchos transitamos, pero el cual pocos somos capaces de ver y expresar. Sabores, aromas, sensaciones y dolores componen esta historia teñida de melancolía.á