Ahí, en medio de carreteras como laberintos, conocí a las primeras mujeres: misteriosas y silenciosas, a la sombra de un árbol, me miraban fijamente. No hubo saludo, no hubo diálogo. A este extraño encuentro, y a su paisaje imborrable, vuelvo frecuentemente pues considero que el primer contacto con un desconocido es el más fascinante, un asombro que nunca vuelve a ser igual. Después, emprendí un viaje a Nuevo Ideal, Durango, y a La Onda, Zacatecas, para conocerlas. En estas aisladas comunidades de parejas casi desérticos transcurren las reservadas vidas de las mujeres menonitas, tal y como lo han hecho desde la época de Álvaro Obregón, quien le concedió a este pueblo algunas tierras en los estados de Chihuahua, Durango, y Zacatecas, donde habitan hasta el día hoy.