Entre los pobres más abandonados y maltratados, está nuestra oprimida y devastada tierra, que «gime y sufre dolores de parto» (Rm 8,22). Así escribe el Santo Papa Francisco en esta Encíclica "Alabado seas, mi Señor", a fin de que los Cristianos y todos los hombres de buena voluntad, podamos tomar dolorosa conciencia, atrevernos a convertir en sufrimiento personal lo que le pasa al mundo, y así reconocer cuál es la contribución que cada uno puede aportar. Necesitamos una nueva educación que forme conciencia de nuestro origen, la pertenencia mutua de todos los habitantes del planeta y de un futuro compartido.