Las páginas que Alfonso Reyes dedica a presentar ante nuestros ojos los trabajos y los días de autores que manejaron el español con la misma habilidad y nobleza con que el Cid campeador manejó su espada están escritas no con erudición vacía, sino con la experiencia de quien hizo de su vida una forma de crear, de su escritura, una forma de respirar.