En Los Caballos del Mar, Silvia Tomasa Rivera, edifica una extensa alegoría que muestra un paraíso trágico donde ella se desliza, confiada en su versatilidad poética, para descubrirnos otra faceta del numinoso mar. Ese mar agitado, colmado de incertidumbre, donde Silvia Tomasa Rivera ?hábil navegante que sobrevive a toda clase de tormentas - decide en un acto de revelación y rebeldía, personificarlo con la fuerza engendrada por los caballos apocalípticos. Precisamente, por que es el mar y sus frutos, el símbolo de ese sueño del cual no queremos despertar, de ese sueño encarnado en el amor a los seres vivos en el corazón, efecto de luz que nos permite la visión del otro, el reconocimiento mutuo, preámbulo de toda comunicación. Comunicación que la poeta transcríbe en cinco magníficos cantos: La Sal del Mar, el Corazón del Pez, Marea Roja, El Estigma del Fuego y Territorio de Nadie. En cada uno de sus poemas la autora proyecta, sobre todo lo que nombra, luz y esplendor para mostrar a los seres en su vida primigenia, y, de ese modo, hacer vivir al tiempo inmóvil. Así descubre, para nosotros, el movimiento interno de las cosas que la rodean. En , Los Caballos del Mar no es casual que Silvia Tomasa Rivera luche contra la fatalidad del naufragio por que ella no mira, sólo crea, y al crear revela -a través del conocimiento poético- la tragedia.