El hombre tiende siempre a divinizar aquello que lo sobrepasa, todo fenómeno incomprensible le ha parecido ser la prueba de un origen sobrenatural que suscita sus temores y sus esperanzas. Así, nada es más natural, cuando uno desespera de su suerte y de su época, que esperar que por una intervención externa se realice algún ´milagro´ regenerador. Desde hace milenios, el hombre espera su salvación del cielo, y ha fijado en la bóveda celeste la residencia de sus dioses. ¿Cómo extrañarse, entonces, que hoy en día el Ovni, que surge igualmente del cielo, aparezca con una carga de esperanza? Lejos de ser el origen de nuevas religiones, el OVNI sería más bien la reactualización de un mito celeste tan viejo como el mundo. Si hoy en día la ciencia, al anunciar posibilidades de vida en todo el universo, ha acreditado la tesis extraterrestre en materia de OVNIS, la religión ciertamente ha desempeñado un papel similar. A medio camino entre el individuo que abriga una confusa esperanza en una intervención exterior, capaz de ´salvar´ a nuestra época, y las religiones celestes, se sitúan las organizaciones que se consideran las elegidas de los últimos días. Si bien algunos las consideran caricaturas, ciertamente esbozos burdos, no por ello dejan de tener algún éxito. Cada movimiento está encabezado por un ´profeta´ de cultura generalmente estrecha, que afirma, sin haber podido dar pruebas jamás, que está en contacto con extraterrestres que lo han elegido para difundir su mensaje, capaz de salvar a la humanidad.