Este relato puntual y subyugante de la Conquista nos permite atestiguar cómo irrumpe en nuestra historia u mujer cuya presencia es aquí convincente y admirable, muy distinta a la que se tergiversa con un concepto despectivo, el de malinchismo. A raíz de la primera victoria de Hernán Cortés es territorio americano -en lo que ahora es suelo de Tabasco-, se le entregaron veinte esclavas. U de ellas, a la que se bautizó con el nombre de Mari, descendió Malintzin, Malinche, La Malinche, cida más al norte había llegado en cautiverio y como hablante de náhuatl a esa zo de lengua maya. Semas más tarde, ya en la costa veracruza, Jerónimo de Aguilar, náufrago rescatado en la península de Yucatán y el único entre los españoles familiarizado con el maya, al enterarse de que u de las esclavas tributadas hablaba con las lugareñas, se dirigió a ella en dicho idioma. Así, del náhuatl al maya y de esta lengua la español, se fundó el entendimiento. Gracias a la voz de Mari vemos el encuentro de culturas ante el afán de conquista de Cortés. Tal es la importancia de u mujer que fue señora de dos mundos y en ambos dejó un rastro que en este libro se documenta con nitidez.