Conjurados por un verso de Carlos Pellicer, los protagonistas de Morir todos los días > viven bajo el dominio del amor. Por él armados, nada los derrota, aunque una y otra vez parezcan ser vencidos. Vivir es escribir con todo el cuerpo, afirma uno de ellos, y todos se entregan al amor como posibilidad de fundirse con el vasto cuerpo de la creación y recuperar fugazmente lo que fueron, lo que quieren ser. El escenario donde se desarrollan sus pasiones es la ciudad -suprema, imposible amante-, con diferentes nombres y en diversos tiempos: Nueva York, Venecia, Oviedo, Bogotá, Campeche o un México de hitos amenazados con desaparecer pero que reviven gracias al poder de la imaginación.