Cifrar el mundo en sólo un nombre -el nombre que no ha de pronunciarse sino como Criatura- es cobrar conciencia de una temporalidad cuyo pasado y cuyo futuro se llama epifanía.
Amor y desamor, abrasamiento y plenitud, soledad y dicha, carecen de antes y después. Son, en estas páginas de Criatura tú, la quemadura de un tránsito donde no cabe el regreso porque el fragmento carece de linealidad.
Poemas plenos y escritura fragmentaria, retazos de un yo en busca de asideros: anclados como fruto ardiente, su sitio más bien radica en el crisol, y tal vez no baste tener recuerdos -ha puesto Rilke en boca de Malte Laurids Brigge-, olvidarlos también será preciso.
Por eso en Criatura tú, de Enrique de Jesús Pimentel, lo que sobrevive encanar gracias a la sensual habilidad de una lengua en la que abunda la riqueza melódica y la destreza metafórica, nunca exentas ambas de gravedad y gracia.