La Suprema Corte de Justicia de la Nación, además de ser la sede principal del Poder Judicial de nuestro país, es el espacio que resguarda un acervo pictórico de excepcional belleza y trascendencia. Pintados entre 1941 y 2007, los murales de la Suprema Corte de Justicia son un reflejo del desarrollo del arte en México y un vasto estudio sobre la forma en que el país se ha visto a sí mismo con referencia a un deber esencial del Estado la impartición de Justicia. La pintura mural resalta como una de las más particulares expresiones de la plástica mexicana en el siglo XX y lo que va del XXI. El esfuerzo por desplegarla en formato de libro supone un ejercicio de democratización: le concede movilidad a lo esencialmente fijo. La gramática del papel además, permite articular nuevos discursos, trazar narrativas, ver lo que no habíamos notado y resignar un conjunto de piezas que tardaron más de sesenta años en integrar una unidad.