Este libro no necesita presentación alguna. Su enorme atractivo salta a la vista desde la cubierta, donde un hombre de pantalón abombado (no se sabe si es un payaso o un Charro mexicano o tal vez ambas cosas a la vez) le invita al lector a sumergirse en el divertido mundo de la Navidad: un mundo representado sobre todo por los villancicos, las piñatas, las pastorelas y las posadas, si bien en la cubierta la presencia de un pino nórdico, adornado de las habituales esferas doradas, hace reconocimiento explícito del hecho de que ya desde 1945 (el año en que este libro se publicó por primera vez) las tradicionales formas hispánicas de celebrar el natalicio del Niño Jesús convivían pacíficamente con ciertas costumbres sajonas. Y desde luego (y por fortuna), no hay nada didáctico en esta recopilación de folklore tradicional. Al contrario, el libro es una bellísima explosión de luz, de color, de poesía y de música, que si bien va dirigida en primer lugar a los niños, en realidad pretende seducir a todo tipo de público: quiere que todo lector se deje atrapar por la magia navideña, que todo lector se vuelva niño (o poeta) por un momento, mientras se divierte con estos dibujos o mientras canta estos villancicos. ¿Qué alma, por endurecida que esté, no se regocija al repetir el estribillo del célebre villancico español con que abre el libro?
