Conocí una vez a una niña muy bonita, pero tan malhumorada y caprichosa que ni siquiera sabía jugar. Vivía refunfuñando y era tanto lo que rezongaba que terminó por olvidar cómo eran las sonrisas. Sus ojos eran lindos y redondos pero no brillaban. Tenía un eterno aire de tristeza. Siempre repetía: ´¡No me gustaaaaaaa! ¡No quierooooooooo! ¡No séeeeeeeeee! ¡No me mireeeeeee!´¿Su nombre? No, de verdad no lo sé, pero todos le decían ´No me gusta´. >