Aprisionado en un mundo cruel, absurdo e irracional, donde su existencia es precaria y angustiosa, el Hombre siempre ha soñado con otra existencia, de perfección e igualdad. ¿Dónde localizar tales mundos? En Utopía, es decir, en ninguna parte. La lista de aquellos que nos describen Utopía es larga y variada. Platón, Tomás Moro, Robert Burton, Francis Bacon, Tommaso Campanella, James Harrington, Francois Fénelon. Esas Utopías siguen un patrón común: la felicidad y la justicia imperan en el reino del hombre. En el siglo XIX, las Utopías vuelven de la mano de los llamados socialistas. Ahora, el reino de la utopía será dominado por un grupo social, el de los trabajadores oprimidos, que instaurará un régimen de felicidad, igualdad y justicia. Sus grandes profetas: Proudhon, Owen, Fourier, Saint-Simon. En el siglo XX, la Utopía en la literatura pervive, pero se produce una reacción contra ella. Es la época de la decepción de muchos y de las novelas antiutópicas que denuncian a las sociedades aparentemente perfectas. La primera es Nosotros, y mucho le deben Un mundo feliz y, sobre todo, 1984, en cuanto a ambientes y personajes, al extremo que vale la pena preguntarse si Huxley y Orwell no la habrían leído antes de publicar sus respectivas obras. En Nosotros, el proyecto utópico se ha desarrollado, pero su resultado es terrible y cruel. Zamiatin nos plantea una eterna pregunta: ¿puede el ser humano ser feliz sin libertad? En un Estado donde reina la tranquilidad y en el cual las necesidades materiales de la vida han sido mínimamente solucionadas, pero no hay libertad, de conciencia, de expresión, de movimientos, ¿alcanza el hombre su total desarrollo?