Los relatos de Nuestro milenio están unidos por un brillantísimo estilo, un milagro de léxico, un trenzado de frases deslumbrantes que parecen escritas con un sosiego que no es de este siglo. Pero todas estas historias también comparten un tema común, el del desplazamiento, espacial o temporal, que le sirve a Paloma Díaz-Mas para mofarse de este milenio nuestro tan presuroso y palurdo, tan azogado y torpón, incapaz de cultivar el viejo arte de las cosas bien hechas. Tanto el Doncel que llega tarde a la llamada del Juicio porque está leyendo un libro, como Hroswith y la aventura que corre junto a los Peregrinos Errantes, como ese solitario y olvidado Zeus que añora la visita de alguien que aún crea en él, o el magnífico Juan de Valdés, de visita en una ciudad provinciana del siglo XX, adquieren un valor emblemático, pues atesoran preciosas miniaturas de misteriosa raigambre simbólica.
