No ha sido particularmente agradable preparar esta nueva edición de la Ley Federal del Trabajo cuyo propósito evidente ha consistido, sin la menor duda, en favorecer al sector empresarial, dueño del poder en el sexenio 1992-1998 y disfrutando de una muy leve e ineficaz oposición, al menos en el Poder Legislativo. Pero la Ley ya está en vigor y las relaciones laborales ya están sometidas a su mandato, con muy escasas perspectivas para la clase trabajadora.áNo parece que haya esperanzas de que las cosas puedan cambiar en el plazo inmediato. De manera particular, las autoridades laborales, particularmente en el orden federal, siguen las mismas tendencias, como lo demuestra la reciente decisión de no admitir un dictamen relativamente favorable a la Asociación Sindical de Sobrecargos de Aviación, en el conflicto colectivo de carácter económico promovido por Aerovías de México, con el pretexto absolutamente falso de que de los ocho peritos solo uno había firmado el dictamen que en realidad firmaron los ocho designados, habiendo ordenado la Junta Federal de Conciliación y Arbitraje que se dicte un nuevo estudio, lo que carece de fundamento y de vergüenza.