A partir de una de las expresiones chinas más familiares -´nutrir la propia vida´-, François Jullien propone en esta obra escapar de la gran escisión entre el cuerpo y el alma que está en la base de la cultura europea. Sin embargo, situado entre los pensamientos chino y europeo, el autor tampoco propicia el tipo de rechazo de aquella dicotomía que podría amenazar al espíritu contemporáneo, ´tan tentado como esta, dice el autor, por el exotismo´.áNutrir la propia vida es el modo, según muestra en estas páginas François Jullien, de deshacer ´poco a poco la trama de nuestras oposiciones de categorías: no solo la de lo psíquico y lo somático, sino también la ruptura de pianos que hemos instituido entre lo vital, lo moral y lo espiritual´. El desafío del ser humano es entonces recuperar, en lo profundo del verbo ´nutrir´, la completitud de la experiencia, suprimiendo en ella precisamente la idea de finalidad: una experiencia sin finalidad como experiencia completa.