La creación más querida de P. G. Wodehouse es, con diferencia, el tándem del amo y el sirviente formado por el afable y bobalicón Bertie Wooster y Jeeves, su ayuda de cámara y protector. Este insólito dúo es tan famoso como Holmes y Watson, don Quijote y Sancho Panza y Tracy y Hepburn, pero tiene un encanto especial e inimitable. En ¡Gracias, Jeeves!, Bertie Wooster se siente muy disgustado. Los vecinos se han quejado de su práctica persistente con el banjo y decide instalarse en el campo. Pero entonces recibe el golpe final: ´Si es su intención tocar ese instrumento en los angostos confines de una casita de campo´, le dice Jeeves, ´siento decir que debo dejar su servicio´. Rechazando con altivez el ultimátum, Bertie se refugia en la casa de campo de su amigo lord Chuffnell, pero la paz se verá trastornada por la llegada de Pauline Stoker, su temible padre y sir Roderick Glossop, hasta alcanzar una situación candente que sólo Jeeves podrá enfriar. En El código de los Wooster, el embrollo gira en torno a una jarrita de leche con forma de vaca que debió de pertenecer al tÃo Tom pero, mediante una artimaña, fue adquirida por sir Watkyn Bassett. La tÃa Dahlia insiste en que Bertie la robe de nuevo, pero sir Watkyn y su compañero Roderick Spode adivinan sus intenciones. Por si fuera poco, Stephanie Byng idea un ingenioso complot para que su novia seduzca a su tÃo (nada menos que sir Watkyn), que provoca que Bertie robe la jarrita. Ella está dispuesta a chantajearlo. Tanto si lo hace como si no, Bertie necesitará la ayuda de Jeeves más desesperadamente que nunca. En El inimitable Jeeves, el enamoradizo Bingo Little, amigo de Bertie, ha hecho una vez más honor a su fama. Esta vez el objeto de sus desvelos es Mabel, camarera en un restaurante de poca fama. Y, como suele sucederle, la pasión le invade, le tortura, y sus sufrimientos amorosos sólo pueden resolverse mediante el matrimonio... o el suicidio. ¿Y por qué no el primero, se preguntará el lector, puesto que es menos irrevocable que la muerte? Al parecer, un tÃo de Bingo, solterón y sibarita, es quien se opone a la felicidad del joven. Pero Bertie Wooster es un buen amigo de sus amigos y, aleccionado por Jeeves, se dirige al cubil de la fiera para convencerla. Pero allà donde intervienen Bertie y Jeeves, todo suele enmarañarse de la manera menos previsible... En este primer Ómnibus Jeeves, al que seguirán otros, Wodehouse nos hace pasar uno de los ratos más divertidos de nuestra vida, o al menos de nuestras lecturas.