El 90 por ciento del tiempo tengo miedo. El otro 10 por ciento se divide en un 8 por ciento que estoy en la pendeja y 2 por ciento donde no tengo miedo. Ese 2 por ciento suele ser un accidente. Otros enfermos alcohólicos lo llaman gratitud. Yo no sé cómo llamarle. Lo cierto es que cuando bebía, estos porcentajes eran distintos. Pasaba el 78 por ciento del tiempo con miedo, pero sólo el 0.5 por ciento sin miedo. Había más pánico, de ese que te obliga a esconderte bajo la cama todo el día. No bajo las cobijas, debajo de la cama. Pero cuando digo que bebía es por costumbre; los alcohólicos puros son una especie en extinción. Así que cuando digo que ´bebía, no es que me incluya en esa minoría legalmente aceptable, sólo que no tengo por qué decir que me metía.