En el ámbito de los espacios públicos contemporáneos se ha producido una ampliación del concepto de plaza tanto en el sentido funcional. Como espacial. En éste último, ahora pueden ser entendidos como plazas espacios sin un perímetro edificado completamente definido. Una plaza ya no es sólo un ensanchamiento de la calle delimitada por la edificación, sino que el concepto admite espacios, más ambiguos, sin contornos inmediatos pues lo que los caracteriza como plazas ya no es su forma o su función sino su objetivo de constituirse en lugar. En el sentido funcional, se ha producido de forma análoga un desplazamiento de los contenidos. Las plazas tradicionales estaban estrechamente vinculadas a un uso, fuese este representativo frente a los poderes religiosos o políticos o bien fuese el lugar donde desarrollar la actividad comercial del mercado. Ahora, muchas de las plazas carecen completamente de un uso especifico: su función es exclusivamente la de crear un espacio de reunión y conseguir dotar de carácter zonas descuidadas o degradadas hasta el momento.