En un campo de futbol llanero las líneas que trazan la cancha se borran fácilmente, existe la posibilidad de jugar en un espacio elástico de reglas inexistentes en las que entran el juego y las patadas de siempre, cabe también el polvo de la corrupción y los mundos imaginarios que crean personajes sin ver la gigantesca realidad frente a sus narices, el sudor del deseo sexual, de las sonrisas juguetonas y soeces, y los goles increíbles de un árbitro que no soporta la tentación de ver un balón inerme, tentador frente a él, sin darle una patada en el lomo.