Los hornos de microondas, las videograbadoras, las lavadoras de ropa y centenares de artí,culos electrodomé,sticos vienen con un folleto de instrucciones. Estas guí,as son necesarias para hacer funcionar los aparatos de manera ó,ptima e incluyen indicaciones adecuadas para asearles y darles mantenimiento. No así, los niñ,os, que ni traen torta bajo el brazo como asegura el refrá,n popular y mucho menos llegan acompañ,ados de un instructivo.
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Para nadar, conducir un vehí,culo, hablar un idioma extranjero o manejar una computadora solemos recurrir a un curso de lecciones sistematizadas que nos permiten aprender lo necesario para un mejor desempeñ,o en estas actividades, es decir, tomamos clases. No así, para ser padres.
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La actividad má,s enriquecedora, vital y prolongada de un ser humano permanece sometida al instinto o a las formas en que fuimos educados, aunque muchas veces ya sean obsoletas. No aprendemos las habilidades y destrezas que se requieren para formar una pareja en una relació,n sana y madura ni para educar a los otros seres humanos que está,n a cargo nuestro.
