Todo ser humano experimenta un vacío interior en el alma, un sentimiento que corroe y esa ansiedad inagotable que muchas veces nos lleva a sacrificar todo lo que tenemos y todo lo que somos por la belleza, o para ser más exitosos y más poderosos. Somos adoradores por elección, dedicamos nuestra vida y nuestra devoción a adorar y conseguir algo, a idolatrar a alguien. Lo que impulsa este inútil esfuerzo por algo más es el auténtico deseo del corazón por aceptación, valía y estimación -un deseo que solo se puede satisfacer en la persona y adoración de Jesucristo-.Aprende a sustituir y no solo a abandonar estos ídolos, concentrando y volcando tu adoración hacia Dios. Es el único que podrá liberarnos totalmente de la búsqueda interminable de todo lo demás.