Amable lector, es probable que a lo largo de sus págis encuentres dos o tres detalles, no más, que te hagan sospechar un parecido entre la pequeña historia que ofrezco a tu curiosidad y cierta ilustre y maravillosa obra oriental, pero no te dejes engañar si el nombre de nuestro héroe presenta u aparente homonimia con el de u conocida princesa, ni si su lengua es tan ágil como la de aquella dama, pues la perso por quien él la mueve con tanta celeridad, en el momento en que comienza mi historia, es u sulta, y no el sultán bigotudo cuya crueldad hizo cer la célebre obra. Mira a nuestro querido Shera-Zaide: en la habitación de mosaicos azules, sobre la enorme cama con dosel, arrodillado entre los muslos de la sobera, le levanta las lgas con las dos manos y, bajo su boca, Lalla Yasmi se extasía y muere entre los pliegues de u gran nube de seda rosa, el rostro escondido en el oscuro mar de su cabellera.
