Gabriel Contreras se ha propuesto convertir el archivo de Romeo y Julieta en un espectáculo de actualidad perturbadora: si la amorosa pareja bebió el veneno para fingir su muerte, la pareja actual príncipes del imperio no ya del linaje sino de la droga bebe el veneno para salvarse del envenenamiento.áDe la confrontación de dos edificios discursivos hace esta versión mexicana su alegato. El primer edificio es el discurso isabelino, cuya poderosa retórica es la matriz de un nuevo mundo amoroso, donde nacen y se forman los sujetos que habrán de superar la fase tribal de las familias en discordia, incapaces de forjar un sentido de nación moderna. El otro edificio discursivo es el del narco, donde las palabras significan otra cosa, no lo que nombran sino lo que encubren. Da, por eso, nacimiento a un mundo tenebroso que el lenguaje no sostiene sino que corrompe. De allí el lamento trágico que sopla y apaga al lenguaje en esta pieza.áEl sentido trágico de la puesta en escena del crimen narco, aparece en esta pieza de Contreras no sin horror. La trivialidad de la muerte la fuerza casual del crimen, parece decirnos esta obra estremecedora ha puesto en crisis también a la representación teatral, que ya no finge ser real ni pretende duplicar la vida cotidiana. Se trata, en efecto, de la política no sólo como el ´arte de lo posible´ sino como la última apuesta por la denuncia, la indignación, y la necesidad de mantener la razón para decir las cosas por su nombre.áSaludemos la proeza poética de Gabriel Contreras, capaz de verle la cara al mal y sostenerle, gracias a la poesía, la mirada crítica.Julio Ortega.