¿Rousseau todavía? Por supuesto, y cada día más. No porque sea ningún árbitro de las disputas ideológicas, literarias o políticas, sino por la sinceridad de su pluma, por sus certeros diagnósticos y, sobre todo, por su descubrimiento de la inevitabilidad de la ambigüedad creativa y de la paradoja iluminadora. Por lo demás, Rousseau ha sido un autor mucho más citado que estudiado. Su pensamiento se ha popularizado a través de una serie de frases, generalmente muy breves, que velan más que desvelan sus ideas, como resulta inevitable cuando se utilizan frases fuera de su contexto. El mismo Rousseau no deja de advertir a sus lectores de que es ´un autor de paradojas´. Se trataba, a la vez, de rehuir las soluciones fáciles, unilaterales, y de deslumbrar al lector poniendo en duda o negando lo que parecía obvio a primera vista. Porque la paradoja no sólo es con frecuencia la única solución honrada al dilema en cuestión, sino también el único planteamiento veraz y sincero de problemas complejos de conciliación, ya que advierte de antemano que no caben soluciones simples ni unilaterales.
