La escuela secundaria está en crisis y el público así lo asume por los bajos resultados obtenidos. Esto la ubica en la mira de organismos nacionales e internacionales, medios de comunicación, padres y madres de familia, quienes denostan su actuación. El docente y el alumno, en este contexto, son los principales objetivos. Podría decirse que esta escuela sufre de la crisis de la modernidad, un sitio donde el orden es la tarea y la contingencia el enemigo, el control es obsesión, y el estudiante es un joven que transita cada vez más a lo posmoderno, inserto en una sociedad neoliberal que le ofrece pocas expectativas de futuro académico y laboral. Ahí es donde se recoge la voz de los estudiantes, los que están en riesgo de ser excluidos y los que no lo están. Queremos saber de su propia boca sus intenciones de vida escolar, su percepción sobre la escuela, sus maestros, su futuro. Este libro ofrece la posibilidad de escuchar esas voces, de dejarlos hablar y no sólo hablar de ellos, con lo que se intenta superar la visión adultocéntrica, desde donde los jóvenes son considerados menores de edad que deben ser dirigidos y educados por su propio bien. A esta lógica en extremo psicologizada se antepone una visión antropo- sociológica que considera que el joven no está explicado de por sí, sino que se va construyendo contextualmente. Desde esa mirada analizamos al estudiante de secundaria como un sujeto que revela discursos que son propios y ajenos. Discursos en donde la escuela secundaria, tan cuestionada de por sí, sale más mal que bien librada.
