Hablar de la universidad, en un sentido amplio y profundo, es hablar de la educación preescolar y familiar que todo sujeto ha recibido. La idea de educación superior reside precisamente en que ésta es capaz de correlacionar la partícula más pequeña e insignificante de la sociedad con el todo histórico social. Esta conexión holística en el pensamiento universitario no refiere a una relación mecánica de las partes con el todo, sino más bien a un principio crítico basado en la autonomía como práctica, como norma jurídica, pero sobre todo como ethos y espíritu universitario. Lo que Kant otorga a una Facultad habría que atribuírselo a toda la Universidad, es decir, ´es absolutamente necesario que en la Universidad como institución científica pública [...], independiente de las órdenes del gobierno, en lo que se refiere a sus doctrinas, se tenga la libertad, si no de dar órdenes, al menos de juzgar a todos los que se interesan por la ciencia, es decir, por la verdad, y que la razón tenga el derecho de hablar con franqueza´. Interrogarnos por la universidad y desde ella misma conlleva la experiencia del pensar, de la crítica y de la pregunta por el vínculo más profundo entre sociedad y educación. La universidad debe ser el arte y el lugar de la ´inservidumbre voluntaria y de la indocilidad reflexiva´. La universidad debiera configurarse como un núcleo de búsqueda del sentido. La universidad, en su carácter crítico y agonístico, no puede seguir formado científicos como espectadores puros, ni profesionistas como actores cínicos, indolentes e indiferentes de la vida pública y particular, sino universitarios, personas convencidas por sus actos de una ´vida ejercitante´ junto con otros. Este libro es un esfuerzo colectivo puesto en la encrucijada entre sociología y educación que es la universidad.