En la época virreinal, la escarpada sierra oaxaqueña era el escenario de la Villa Alta de San Ildefonso, un poblado que se distinguió por su refinada ebanistería. De la amorosa caricia de sus artesanos y de su nutrida fantasía nacieron los exquisitos baúles, arcones, escritorios y bufetillos que engalanaban los hogares novohispanos y que en esta edición invitan a la contemplación y al sueño.