Es realmente difícil decir algo sobre un texto que hemos conocido desde sus inicios, cuando el libro anterior de Abelardo Rodríguez, ¿Logo qué? apenas empezaba a ser distribuido.áDesde entonces las preocupaciones de Abelardo lo llevaban a explorar la posibilidad de establecer un modelo metodológico que permitiese a nuestros alumnos afrontar el miedo a la página en blanco con un poco más de confianza que de temeridad.áLo hemos platicado y discutido varias veces en muy distintos ambientes: cubículos universitarios, cafés y otros no muy académicos, pero, ciertamente muy estimulantes y generadores de gratos recuerdos.áEste proceso nos hace pensar que ya lo hemos dicho casi todo acerca de este trabajo, pero, puesto en el trance de escribir este prólogo, encontramos que lo dicho hasta ahora ha sido el deseo de continuar con nuestras siempre estimulantes discusiones.áNada de lo que hasta ahora han causado nuestras beligerancias se ha orientado a presentar el resultado del pensamiento y esfuerzo de nuestro colega ante sus lectores.Nuestra condición de amigos y compañeros de trabajo del autor hace sospechosa toda alabanza. Tal vez si nuestros conceptos los basamos en la que ha sido nuestra práctica profesional en los últimos veinte años, los comentarios que hagamos serán más pertinentes a los ojos de estudiantes de diseño que hoy encaran su futuro.áEn estos años, una de las más grandes dificultades que hemos encontrado ha sido comunicar con claridad a nuestros clientes la solidez, seriedad, complejidad y sobre todo validez de los procesos intelectuales e intuitivos, en los que se basan cada una de nuestras propuestas, que ellos fácilmente reducen a sencillos ´dibujitos´ que les gustan o disgustan.