Secuestrado y sepultado en zulo, el protagonista de Una belleza convulsa intenta comprender por qué ha sido elegido como víctima y recorre una y mil veces los cinco pasos de su infernal habitáculo. De no ser por esa caminata diaria habría enloquecido ya de pánico y desesperación. Mientras anda, su memoria le trae el consuelo de los viajes que han marcado su vida en el País Vasco. Pero también le enfrenta a algunos de sus recuerdos más negros: esos remordimientos y angustias que entre el ajetreo del mundo de los vivos le era fácil eludir. Porque ahora no está vivo, sino enterrado bajo tierra, sin más compañía que la del secuestrador que le trae la comida: un hombre encapuchado, capaz de asesinarle sin sentir el menor remordimiento, el demonio de su infernó, sí, pero de la especie humana. Escriba con las entrañas y con una intensidad confesional inusitada, Una belleza elude el habitual enfoque periodístico par abordar el terrorismo de un modo mucho más universal. Una ambiciosa indagación de las relaciones entre humanos, que incluye tanto la brutal negación de la libertad del otro, como su reafirmación gozosa en los festines del amor y la amistad.