Christine Angot ha escrito esta breve novela como se saca una foto, sin respirar, sin pararse a tomar aliento. Buscando la precisión, captando el instante y el movimiento.No nos corresponde a nosotros, lectores, aspirar a conocer el elemento desencadenante; poco importa saberlo. No tardamos en darnos cuenta al leerlo de que el texto posee en sí mismo el poder de actuar con violencia.Suscrita sentimientos a los que la angustia no es ajena.Provoca el sobrecogimiento a través del cual reconocemos uno de los poderes de la literatura: conferir a las palabras todo su poder explicativo y figurativo, más que utilizarlas para ocultar y velar.Es como si el escritor levantara ese velo no para asustarnos, sino a fin de que veamos y comprendamos.