En tiempos económicos convulsos, la desinformación y la manipulación de las noticias adquieren tintes de pandemia. La incertidumbre, el miedo a los efectos de la crisis y la recesión que golpea a muchos países, hacen que los ciudadanos de todo el mundo traten de entender y sientan la necesidad de compartir esos temores con sus pares. En las casas, en los bares, en el trabajo, se especula sobre lo que sucede, sus causas y sus consecuencias. Las fuentes de información suelen ser las opiniones vertidas por los supuestos expertos y los economistas en los medios de comunicación. Diarios, debates televisivos, redes sociales, son seguidos por el trabajador inocente, por el joven despierto, por el político interesado y por el desempleado angustiado. La responsabilidad de quienes aportan esa información es enorme porque sobre su base se disipan temores, se elaboran sueños personales, se percibe un futuro más o menos venturoso. Jugar con las esperanzas y manipular la miseria ajena indica una falta de moral que, desde mi punto de vista, es la verdadera pandemia de nuestro siglo.