Érase una vez un joven psicoterapeuta francés llamado Hector, cuyo consultorio era frecuentado por una clientela fiel y selecta. Ante los ojos de un observador externo, su posición parecería inolvidable, pero, sin embargo, Hector no era feliz. Un buen día, comprendió que su infelicidad se debía, precisamente, a que no lograba hacer felices a sus pacientes. Con sorpresa, comprobó que por más riquezas que poseyeran y placeres que disfrutaran, nadie estaba satisfecho consigo mismo. Así que las preguntas se agolparon en la mente de Hector: ¿por qué no somos capaces de apreciar la vida que tenemos y nos pasamos el tiempo soñando con una mejor? ¿Acaso la clave de la felicidad se encuentra en el éxito material o más bien en las relaciones con los demás? Y así fue como Hector, en un alarde de pundonor profesional, se propuso averiguar qué es lo que hace feliz a la gente, y para descubrirlo emprendió un viaje a lo largo y ancho de este mundo.