Fue en 1893 cuando dispuse por primera vez en mi vida de cinco o seis meses que dedicar a lo que me viniera en gana, me sentí como un niño al que le cayera en el bolsillo media corona nueva, mas, al tiempo, no paraba de darle vueltas a la cabeza buscando, como recomienda Mr. Bunyan, qué hacer con todo ese tiempo libre, cuál sería la mejor manera de emplear tantos meses a mi disposición. ?Vete a los trópicos?, recomienda la ciencia, sin embargo, para afrontar situaciones semejantes, cosa que tuve en cuenta no sin dejar de pensar que, te encuentres en la parte del mundo en que te encuentres, los trópicos siempre serán los trópicos, es decir, lugares distantes y distintos, por lo que tras tomar un mapamundi y preguntarme si viajar por Sudamérica o hacerlo por áfrica occidental, no sólo no se me despejaron las dudas sino que caí en un estado de ansiedad casi alarmante. Una cosa, empero, sí tuve clara: no pondría rumbo, en ningún caso, hacia el archipiélago malayo, pues además de ser un destino muy lejano resultaba excesivamente caro. Me hice entonces con un ejemplar del Geographical Distribution, de Wallace, y después de leer su artículo, tan completo, que sin embargo versaba sobre todo acerca de Etiopía, me decidí rotundamente, con el corazón henchido de entusiasmo, por viajar hacia el áfrica occidental. No sabía mucho más de lo leído en la obra de Wallace, y a despecho de que sí tenía noticias de que la región...