Hermilo, instalado en la Ciudad Capital de la República por razones de trabajo y estudios, se separa siendo muy joven de San Marcial Téabrasas, su pueblo natal, por casi dos décadas y media, a donde regresa para visitar a sus padres, don Modesto y doña Bendición, ya a finales del siglo XX.áEstando en el lugar, grande es su sorpresa al enterarse inicialmente por Yéison, el taxista, de que su pueblo ya no es su pueblo debido a las transformaciones drásticas surgidas ante el aumento poblacional, el deterioro económico y lo que esto acarrea: la pérdida de las costumbres ancestrales, la muerte del folclore y la destrucción de la arquitectura original que lo distinguía, simulándose un progreso para sus pobladores los teabrasenses, cuando en realidad implica todo un retroceso para éstos, sufriendo los temibles efectos de un viento en contra.