Cuando los mercaderes ingleses de la Compañía de las Indias Orientales alcanzaron el subcontinente indio en el siglo XVII, se encontraron con una fascinante tierra de olorosas especias y lujosos tejidos, primorosas obras de arte y arquitectura e impresionantes tratados literarios y científicos. Al llegar el siglo XIX, aquella lejana tierra se había convertido en la joya más deslumbrante de la Corona británica. Continuó siendo un premio imaginable, tan valioso que, como lo expresó el virrey inglés lord Curzon en 1900, ´podriamos perder todas nuestras posesiones y sobrevivir, pero sin la India, nuestro sol llegaría la ocaso´.