Los desarrolladores urbanos codician Willets Point. Nueva York ha decretado que centros comerciales, franquicias cursis de restaurantes y bares deportivos para quienes poseen billetes de la temporada de los Mets deben cubrir este trecho de tierra escogido por parvadas de gaviotas, como su los carburadores oxidados y las bujías inservibles fueran crustáceos. El Willets Point de las chatarrerías va por el mismo camino que recorrieron el Fulton Fish Market y otros enclaves legendarios de la clase trabajadora, lugares de auténtico misterio y magia relegados al olvido. Y la bellísima palabra yonkeros -que suena tal como la dicen los trabajadores de Willets Point que Jaime Permuth describe, y que se siente tan energéticamente viva cuando la pronuncias- es ahora parte del léxico permanente de la ciudad.