Escribir es un acto consciente o, si se quiere má,s precisió,n conceptual, deberí,a serlo. Para ello es necesario saber muy bien para qué, escribimos un texto. No decimos el porqué,, que é,ste quizá, no lo lleguemos a despejarlo nunca, aunque vivamos mil vidas. Pero el para qué,, sí,. Saber para qué, escribimos nos obliga a situarnos con otro talante ante la pá,gina que vamos a escribir. Todos sabemos que la mayorí,a de los textos que escriben los alumnos está,n muy mal escritos. Las causas que pueden explicar esta situació,n son muchas y de distinta naturaleza, pero una de ellas es fá,cil de detectar y, sobre todo, de subsanar: el alumnado rara vez sabe para qué, escribe un texto, cuando, naturalmente, se les obliga a ello.
Cuando el acto de escribir se hace de modo consciente, sabiendo para qué, se escribe, muchos de los problemas de la falta de motivació,n por la escritura desaparecen. Qué, duda cabe que el profesorado necesita un bagaje lingü,í,stico y literario má,s que notable para ayudar de verdad al alumnado a escribir. Pero junto a esta sabidurí,a del profesorado, es condició,n indispensable que, cuando intente que sus alumnos se empalmen con la escritura, lo haga hacié,ndoles ver para qué, escriben. Que no obligue a sus alumnos a escribir sin saber para qué, lo hace y ellos que no escriban ni una lí,nea sin saber para qué, lo hacen. Sin este detalle de la finalidad, la escritura, ante los ojos de los adolescentes, no tiene ningú,n sentido para su vida, es decir, no les sirve para organizar y ordenar su propio mundo interior.