Esta novela fue escrita en París, en plena ocupación alemana, cuando el orgullo francés había sido sometido por una fuerza avasallante y auténticamente absurda, que llevaba el signo de una incomprensible desgracia. No es extraño, pues, que la extrañeza haya invadido la mente y el corazón de los franceses y de toda la gente sensible del mundo. Tanto en aquellos tiempos como en los presentes, el sentimiento de extranjería se impone en todos aquellos que se niegan a construir su ser a partir del orden externo, sometiéndose a los poderes que les dictan una manera de ser preconcebida, y prefieren mirar hacia dentro, para visualizar su libertad existencial y desde ahí construir su sentido de vida.