Todas las obras de Albert Camus están impregnadas de la noción del absurdo, pero en esta obra, él hace un análisis profundo de esta forma de desilusión y de sus consecuencias psicológicas y ontológicas. Como una afortunada metáfora que ilustra la percepción del hombre moderno ante el gran tema del sentido, Camus adopta el mito griego de Sísifo, un personaje que pretendió, como Prometeo, dar a los hombres una luz que les permitiera ver claramente el mundo; pero esta osadía ofendió a los dioses, quienes lo castigaron de una manera cruel e ingeniosa, como era su costumbre, privándolo de la vista y condenándolo a rodar una gran piedra desde la parte baja de una colina hasta la cima, lo que era un esfuerzo muy penoso. Cuando por fin Lograba colocar la piedra en la aguda cima, esta caía por su propio peso y rodaba hasta la base de la colina, y Sísifo tenía que recomenzar el trabajo una y otra vez, así por toda la eternidad.