EL PRIMER QUIJOTE

EL PRIMER QUIJOTE

$ 244.00
Pesos mexicanos (MXN)
AGOTADO. Informes: Llame o Escribanos
Editorial:
OCTAEDRO
Año de edición:
ISBN:
978-84-9921-009-4
Páginas:
191
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Muchos días, y años, y algunos siglos antes de que nosotros jugásemos con la play, el mundo ya existía, y estaba poblado de personas de toda clase y condición, casi como ahora. Hoy, bien lo sabes, conviven altos promotores del ladrillo y famosotes de la pequeña pantalla con esforzados ciudadanos de a pie. Pues algo semejante ocurría entonces: existían reyes poderosos como Carlos V -?aquel rayo de la guerra?- y un tal Felipe II, en cuyos reinos nunca se ponía el sol, y banqueros que eran tan ricos como Fúcares, pero también podíamos toparnos con zapateros, sastres, o arrieros. Y médicos cirujanos, por otro nombre barberos, como aquél de Alcalá de Henares, sospechoso de tener antepasados sin papeles de raza judía -a los que entonces unos llamaban cristianos nuevos y otros, menos respetuosos, simplemente ?marranos?-, que fue padre en 1547 de un niño como otro cualquiera, al que bautizaron con el nombre de Miguel de Cervantes Saavedra. Entonces las aventuras no estaban envasadas en disco para la play, sino que uno se las podía encontrar sin pensárselo en cualquier esquina, e incluso los más atrevidos iban ellos mismos a buscarlas. El mundo, ancho y apenas conocido, invitaba a la acción y al riesgo, que no aparecían en una pantalla de cristal líquido ni eran inventados, sino que existían por sí mismos. En ese mundo se crió el niño Cervantes, que también fue a la escuela como nosotros, incluso a un colegio religioso, donde ?aquellos benditos padres y maestros enseñaban a aquellos niños, enderezando las tiernas varas de su juventud, para que no se torciesen ni tomasen mala dirección en el camino de la virtud, que juntamente con las letras les mostraban?. Y en su infancia y mocedad fue ?aficionado a la carátula?, o sea, el teatro, y se le iban los ojos ?tras la farándula?, es decir, las compañías de actores ambulantes. Y es ahí, en el escenario del teatro, donde únicamente podía satisfacer su afán de aventuras, como nosotros en la pantalla de la play. Pero muy pronto dio pruebas de su atrevimiento, cuando a los veintiún años tuvo que huir de la justicia para que no le cortaran la mano derecha por haber dejado malherido a un hombre en un duelo.

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