Apreciado compañera o compañero: Por lo general, esta primera página de los libros de texto se titula Introducción, Palabras al lector o Palabras al alumno. Yo no quise titularla así: introducción, lector, alumno me parecieron términos muy vagos, propios para una persona de rostro indefinido. Quise entonces escribirte una carta. Carta para un compañero o compañera conocidos. Compañeros de estudio, en alegrías e infortunios, en la vida. Has de saber que hace muchos años salí de la universidad. Sin embargo, en estos últimos meses, a causa de mi trabajo, he tenido que estudiar muchas cosas que te son o te serán fáciles de aprender, porque tienes tiempo para estudiar y un maestro que te enseñe. A mí me cuesta, por ejemplo: aplicar las fórmulas de perímetros, áreas y volúmenes: recordar las eras geológicas y los seres que vivieron en cada una: utilizar el pasado correcto de los verbos ingleses irregulares... Tal vez yo (así como tú) nací para poeta. Pocas cosas he escrito, nunca publicadas. Pero después de largas desmañanadas y trasnochadas, he llegado a reconocer la poesía de la vida y de su Creador en las ciencias que la estudian y la miden. Además, gracias a esos estudios y repasos me va bien en mi trabajo. Te cuento que en quinto de primaria reprobé español y ortografía. Mi padre me suprimió durante un año el dinero y los descansos y paseos de sábados y domingos. De aquel fracaso y corrección nació en mí el gusto por esas materias. Ahora he escrito para ti este libro de ortografía. Al redactarlo, pensé en ti. Me dije: Estas palabras sí las va a entender. Aquí se va a reír. Esto le será muy útil cuando tenga que redactar.
