Cuando estamos en oración, existe un momento culmen, donde todos nuestros sentidos físicos y espirituales, están estrechamente conectados con ese Dios todo poderoso. Es allí cuando nuestra oración se convierte en un remanso de paz, donde podemos recibir la asistencia de Dios por medio de su Espíritu Santo, y comenzamos a ver las cosas de una manera clara y serena, entonces, habremos entrado en el Santuario de Dios. La presencia de Dios necesariamente transforma nuestra vida, es por eso que después de salir de la oración nos sentimos transformados en otra persona, convertidos en personas más seguras, mas serenas, con ideas más claras, somos más pacientes y a la vez más fuertes. Cuando nos levantamos de la oración, y no experimentamos esa sensación de paz y seguridad, es porque no hemos entrado en el Santuario de Dios.
